
En las temporadas de calor es común que la gente busque sitios donde refrescarse, por lo que ríos, lagos o arroyos son una buena opción para pasar el día. Aunque estos cuerpos de agua resultan agradables para este fin, hay ocasiones en que un descuido, la falta de prevención o las conductas negligentes, culminan en tragedias que acaban con vidas.
Para tener un día de diversión con mayor seguridad, hay consejos y recomendaciones que se emiten con el objetivo de evitar situaciones de riesgo. De igual forma, se informa a la población a tener en consideración todo tipo de peligros, incluidos aquellos que no son apreciables a simple vista, pero que llegan a ser igual de alarmantes.
Con frecuencia, las playas suelen ser los destinos predilectos y altamente demandados, aunque los lagos y ríos tienen a su favor ser espacios rodeados de naturaleza, además de que son una alternativa más asequible y de fácil acceso para nadar.
Antes de incursionar en un estanque, lo importante es iniciar con un entrenamiento previo para tener conocimientos básicos de natación. El desconocimiento de las técnicas más esenciales llega a provocar ahogamientos accidentales en los que, si no hay algún conocedor supervisando o servicios de salvavidas, puede terminar en un incidente mortal.
Bajo la misma línea de preparación previa, es relevante tener información sobre el entorno que se visitará para saber qué tan seguro es adentrarse. En algunos arroyos, lagos y ríos hay vegetación, como algas, que causan accidentes por enredarse en el cuerpo, pero también en los fondos hay rocas o sedimentos que se mueven y devienen en percances cuando se les pisa.
Asimismo, la fauna acuática es otro factor a considerar, pues en varios lugares habitan peces, mamíferos o reptiles, entiéndase serpientes o ranas, que pueden ser dañinos para las personas por su veneno.
Para elegir el lugar ideal hay otra vertiente a tomar en cuenta, y es la de las condiciones climatológicas de la ubicación. Los cambios de temperatura en el agua y el aire ocasionan hipotermia, en caso de disminuir demasiado, además de que el agua fría baja el rendimiento de quien nada, aumentando las posibilidades de sufrir ahogamiento por complicaciones respiratorias o fallos cardíacos.
Si una persona opta por sumergirse en estas reservas hídricas, se deben considerar las señalizaciones del lugar. Estas advierten sobre las intensidades de las corrientes, profundidades y riesgos ambientales.
Nadar en un río supone otro tipo de amenaza, pues al tener corrientes bien marcadas, las oportunidades de ser arrastrado se incrementan. Al estar en dicha situación, lo recomendable es no tratar de ir en contra, pues el esfuerzo resulta inútil en la mayoría de las ocasiones y solo fatiga a la persona en emergencia. Por el contrario, lo ideal es seguir el flujo mientras se acerca a la orilla lentamente.
Al estar en cualquier percance, hay que guardar la calma y no agitarse, ya que la pérdida de control en la respiración concluye en hundimientos. Por esto, es menester que siempre haya acompañamiento de otra persona que sea capaz de dar auxilio, especialmente si hay alguien con alguna condición médica especial. Si hay infantes, bajo ninguna circunstancia se deben quedar sin supervisión y, en caso de entrar al agua, se exhorta a que sea en compañía de un adulto y con equipo de entrenamiento como flotadores o salvavidas.
Otra sugerencia es no entrar repentinamente al agua, no solo por las condiciones de temperatura, sino que primero se debe estudiar la composición del suelo. Rocas resbaladizas o profundidad cambiante son peligros latentes. Para evitar dificultades, se debe empatar la temperatura corporal con la del agua, iniciando a entrar lentamente y posteriormente, mojarse por completo.
Además, hay alarmas invisibles todo el tiempo, como los parásitos y microorganismos que habitan en el líquido dulce y templado, tal es el caso de la ameba Naegleria Fowleri, que ingresa a humanos por las fosas nasales cuando nos zambullimos de golpe y acaba por alojarse en el cerebro. A pesar de que se le pueda catalogar como agua apta para nadar, no es idónea para beber o aprovecharla en consumo indirecto.
Pasar por alto estas u otras recomendaciones trae consigo resultados trágicos, como sucedió en la navidad del 2021 en Michoacán, cuando un menor de 14 años entró sin supervisión a una laguna de la que ya no salió. El adolescente, junto a sus amigos, se sumergieron de noche, pero él ya no regresó, presuntamente, por no saber nadar.
En Estados Unidos, en agosto del año pasado se dio a conocer que un niño murió producto de una infección con la ameba “comecerebros”, Naegleria. Esto sucedió después de que el infante se adentrara en un río de Omaha. Este microorganismo tiene una tasa de letalidad del 97 %. Ante de ese suceso, un hombre también falleció por esta afección en el estado de Missouri.
A inicios de este año, puntualmente el 8 de enero, un hombre de 46 años pereció en Chiapas después de ser arrastrado mientras estaba solo en un río y sufrir un ataque epiléptico.
Por otra parte, en Cancún, Quintana Roo, está la laguna conocida como ABC, donde un joven de 24 años perdió la vida el 30 de abril del 2022 después de zambullirse mientras pasaba la tarde con su familia. Sus parientes reportaron que en cuanto entró al agua lo perdieron de vista, por lo que los servicios de emergencia tuvieron que intervenir para buscar al chico, a quien hallaron sin signos vitales.