Porros universitarios, ¿quiénes son y cómo surgen?

Porros universitarios, ¿quiénes son y cómo surgen?

Foto: Enfoque y FreePik

Este pasado 8 de mayo, un ataque de presuntos “grupos porriles” ocurrió en las inmediaciones del CCH Naucalpan. Durante la trifulca, varios alumnos salieron heridos, entre ellos un joven de 19 años, identificado como estudiante de la FES Acatlán, quien murió a consecuencia de las lesiones causadas tras una caída, según informó la UNAM.

 

En un comunicado, la universidad denunció que alrededor de las 18:00 horas se suscitó una pelea fuera de la institución. Hubo enfrentamiento físico y varias detonaciones de petardos entre grupos porriles al exterior del plantel Naucalpan.

 

Te interesará leer: Tras riña entre porros, UNAM dice que estudiante de FES Acatlán falleció por una caída

 

Tanto para estudiantes como para profesores de la UNAM, la existencia de grupos de choque ha estado históricamente asociada a grupos que quieren controlar la universidad, tanto en esta institución como en otras del país.

 

"Quien los maneja tiene la intención de controlar a la universidad y todo lo que de ella se deriva. Como son jóvenes, se pueden confundir con estudiantes", citaba el investigador del fenómeno de los "porros" en México, Hugo Sánchez.

 

Los porros tomaron su nombre de las porras universitarias pero, actualmente, las organizaciones porriles son simple y llanamente grupos de choque, mercenarios de la violencia que venden golpes al mejor postor. Un porro no tiene ideología, no busca desmantelar nada ni apoyar nada; un porro sigue, simplemente, las órdenes de quien le paga, de los líderes que sigue, de las lealtades que debe. No son, entonces, grupos ideológicos

 

Para entender a los movimientos porriles es necesario remontarse al siglo pasado cuando comenzó a consolidarse la autonomía de la Universidad Nacional Autónoma de México. La derecha católica que se oponía a las ideas de Plutarco Elías Calles y a la naciente hegemonía de los revolucionarios institucionales buscó atacar al estado desde la universidad. Y esta intención se agravó durante el gobierno de Lázaro Cárdenas por el afán distributivo de sus políticas económicas y sociales.

 

En este ambiente surgieron los primeros grupos de choque estudiantiles. Es el caso, por ejemplo, de “Los Conejos”, golpeadores surgidos de la Unión Nacional de Estudiantes Católicos de la UNAM y apoyados por dos rectores, Manuel Gómez Morín, rector entre 1933-1934 y uno de los fundadores del PAN, y Rodulfo Brito Foucher, rector de 1942-1944.

 

Entre estos dos rectores, ocupó el cargo de máximo dirigente de la UNAM Luis Chico Goerne, quien apoyaba abiertamente las políticas de Lázaro Cárdenas. A pesar de ser contrario a las posturas que llevaron a la formación de “Los Conejos”, Chico también permitió la creación de grupos de choque para apoyar, al contrario, la política institucional. Este grupo se llamó “Los pistoleros de la Rectoría”, que fueron contratados por Aurelio Vallado, alias “el Fósforo”, quien juntaba a jugadores de futbol americano, boxeadores universitarios, entusiastas jóvenes de la lucha libre y de los barrios del centro de la Ciudad de México para formar su fuerza de choque.

 

En 1952, el mismísimo creador del grito de “Goya”, el carismático Luis “Palillo” Rodríguez, cercano colaborador de Miguel Alemán y Adolfo López Mateos, encabezó la primera porra real de la UNAM, bajo su liderazgo, y en los partidos de futbol americano creció la rivalidad con el Politécnico y se expandieron enormemente los grupos de aficionados universitarios. Eran porristas de la porra, porque simplemente se dedicaban, justamente, a echar porras a sus equipos. Sin embargo, esta actividad de integración a la vida universitaria fue cambiando.

 

A finales de los años cincuenta, muchos se sentían orgullosos de llamarse porros, de formar parte de las porras universitarias que también florecían en el Instituto Politécnico Nacional. Pero pronto las cosas cambiaron: durante el movimiento de 1968 no había mayor insulto que llamar a un universitario “porro”.

 

Bajo la complacencia de las autoridades universitarias y del gobierno mexicano, estos enormes grupos de apoyo que llegaron a rebasar los 60,000 miembros, comenzaron a ser cooptados por intereses políticos diversos. Eran grupos que generaban violencia alrededor de las rivalidades deportivas, de escuelas, de barrios, incluso, por celos y relaciones amorosas. Primero fueron pleitos entre estudiantes por una mujer o por las derrotas o triunfos de los equipos, pero al poco tiempo esa fuerza creciente fue aprovechada, mediante halagos, prebendas e impunidad, para romper huelgas o para atacar y defender a las autoridades universitarias.

 

El grado máximo de corrupción llegó con la huelga que derrocó al rector Ignacio Chávez. Así inicia la más reciente y triste historia del porrismo, la cual tuvo un impacto directo en las tragedias del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco y del “Halconazo”, el 10 de junio 1971.

 

Los conflictos entre estudiantes y autoridades gubernamentales de finales de los años sesenta empezaron con una fuerte sospecha de infiltración de grupos de choque en las manifestaciones estudiantiles. La represión cada vez más brutal hacia los estudiantes mexicanos comenzó el 26 de julio de 1968. Ese día hubo dos marchas distintas en el centro de la ciudad: una fue convocada por la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET) para protestar las invasiones policiacas de las vocacionales 2 y 5 del IPN; la otra fue convocada por la Central Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED) para celebrar el 15 aniversario de la toma del Cuartel de Moncada durante la Revolución Cubana.

 

La movilización de la FNET, supuestamente, fue infiltrada por grupos porriles encabezados por los hermanos García Reyes, mejor conocidos como “los Chóforos”. Estos incitaron a los manifestantes del CNED a ir al zócalo para juntar las dos marchas. Camino a este sitio, los estudiantes fueron acorralados en la calle de Madero y reprimidos con violencia; se calcula que hubo más de 500 heridos.

 

A partir de ese momento, las asambleas estudiantiles de 1968 pidieron la separación de todas sus actividades de la FNET y de las “porras” universitarias. A partir de ese momento también el mote de “porro” dejó de ser un motivo de orgullo universitario para convertirse en el símbolo de violencia, represión e infiltración de intereses ajenos en las protestas universitarias.

 

Desde los años setenta empezaron a surgir en otras escuelas fuera de la UNAM, como en el IPN con grupos como Los Insurgentes, Los Dorados, Frente de Estudiantes Zapatistas, Belisario Domínguez y Lázaro Cárdenas

 

Desde entonces, los porros han sido una parte de la vida universitaria. Aterrorizando a los estudiantes de los planteles de preparatoria, con fuerte presencia en facultades y apariciones violentas esporádicas, los porros se han transformado con el tiempo, pero nunca se han ido.

 

Porros en otras universidades del país

 

Los grupos de choque al interior de las universidades públicas, manejadas por autoridades ya sea de la propia universidad o grupos políticos fuera de estas, con fines económicos, políticos o ideológicos, se remontan con claridad hasta finales de la década de los cincuenta, cuando el Estado y su corporativización sindical más sus grupos “gangsteriles” se extendieron a las escuelas.

 

De la misma manera que en la UNAM, los porros entraron por la misma vía, a través de los equipos de futbol americano. En algunas universidades este fenómeno perduró, mientras que en otras fue perdiendo fuerza.

 

En los años setenta, muchos de los "porros" eran plenamente identificados, la propia comunidad estudiantil los llamaba "fósiles", alumnos de las distintas unidades académicas de la universidad, que, apoyándose en la ausencia de un tiempo límite, para culminar sus estudios (principalmente en preparatoria) podían tardarse 5, 10, 15 o más años sin egresar.

 

 

Este tiempo dentro de las escuelas, era aprovechado por los líderes de estos grupos de choque, para reclutar a los "fósiles" y a través de ellos, detectar a jóvenes "revolucionarios" o simplemente estudiantes, que por un refresco y la adrenalina de manifestarse en contra de algo o de alguien, accedían a los actos de protesta, que siempre terminaban en confrontaciones.

 

Poco a poco fueron desapareciendo de la vida pública universitaria; sin embargo, es un secreto a voces que en la gran mayoría de las universidades, cuando se llega a presentar alguna manifestación que afecte los intereses de alguna institución o de algún proyecto político, los "porros" harán su aparición.

Notas Relacionadas