Este 28 de mayo se celebra el Día Mundial de la Hamburguesa, un platillo que ha trascendido fronteras y se ha convertido en un ícono de la gastronomía global. Desde los puestos callejeros hasta los restaurantes gourmet, este platillo ha conquistado los paladares de millones.
Sin embargo, su popularidad viene acompañada de debates sobre su valor nutricional y su impacto en la salud. ¿Es la hamburguesa realmente una comida sana y completa? Aunque muchos defienden sus bondades nutricionales, otros la colocan como símbolo de la comida chatarra.
El origen de la hamburguesa es incierto y está rodeado de múltiples relatos. El principal menciona que la hamburguesa no nació en Estados Unidos, aunque este país la haya convertido en un ícono cultural. Sus orígenes se remontan a Hamburgo, Alemania, donde en el siglo XIX se preparaba el "Rundstück warm" o Hamburg steak, un filete de carne picada que los inmigrantes alemanes llevaron a América.
Ya en territorio estadounidense, se sabe que la primera hamburguesa moderna, tal como la conocemos, fue creada por Louis Lassen, quien combinó carne, pan, tomate, lechuga y queso para ofrecer un plato rápido y sencillo a un cliente que lo solicitó.
Además, hay indicios de que preparaciones similares existían ya en el Imperio Romano y que en Estados Unidos figuras como Charlie Nagreen en 1885 también contribuyeron a popularizar la idea de carne entre pan para facilitar su consumo rápido.
La hamburguesa se consolidó como un alimento rápido y accesible en la Feria Mundial de San Luis en 1904, y durante el siglo XX evolucionó gracias a la popularización de cadenas como McDonald’s y Burger King, que la convirtieron en un símbolo global de la comida rápida.
¿Una bomba calórica o una comida equilibrada?
Desde el punto de vista nutricional, una hamburguesa básica contiene carne (fuente de proteína), pan (carbohidratos), vegetales (fibra y vitaminas) y grasas, lo que en teoría la convierte en una comida "completa". De acuerdo con la app de nutrición Yazio, una hamburguesa sencilla de unos 110 gramos puede aportar 279 calorías, 13.5 gramos de grasa, 12.9 gramos de proteína y 27.3 gramos de carbohidratos.
Sin embargo, el problema radica en las versiones ultraprocesadas. Una hamburguesa de cadena de comida rápida puede superar fácilmente las 600 calorías, con altas dosis de sodio, grasas saturadas, azúcares añadidos y escasos nutrientes.
Mitos y Realidades
La hamburguesa engorda: Falso. Comer carne picada de alta calidad y cocinada adecuadamente no necesariamente provoca aumento de peso. Además, si se cocina a la plancha sin exceso de aceite y se acompaña con vegetales frescos, puede ser una comida saludable.
No es recomendable consumir hamburguesas frecuentemente: También falso. Organizaciones nutricionales sugieren consumir tres o cuatro raciones de carne por semana, por lo que una hamburguesa semanal no implica un exceso si la carne es de calidad.
Las hamburguesas no son aptas para celíacos: Casi falso. Cada vez más restaurantes ofrecen opciones sin gluten para quienes lo necesitan.
No es sano comer hamburguesas por la noche: Falso. La clave está en la cantidad y el horario de la cena, no en el alimento en sí.
Es mejor no comer el pan: Otro mito. El pan aporta carbohidratos necesarios para la energía y ayuda a controlar el apetito.
El consumo frecuente de hamburguesas procesadas o con alto contenido de grasa y sodio puede elevar el riesgo de enfermedades cardiovasculares y contribuir al aumento de peso. Por ello, la clave está en la calidad de los ingredientes, el método de cocción y el equilibrio en la dieta general.
Ante ello, la hamburguesa, lejos de ser un alimento exclusivamente “chatarra”, puede ser una comida sana y completa si se eligen ingredientes frescos y de calidad, se incluye variedad de vegetales y se consume con moderación.