
Hablar de la conciencia suele llevarnos al plano de lo psicológico, y por ende, a las diferentes miradas de intelectuales que han intentado explicar de qué trata este peculiar fenómeno. Sin embargo, desde el ámbito de las ciencias duras, varios científicos se lanzaron a la tarea de encontrar información más empírica en torno a la conciencia. Es así como algunos países están ampliando las herramientas para evaluarla más allá del comportamiento externo, con el objetivo de detectar su presencia en humanos no comunicativos, otras especies y hasta en sistemas de inteligencia artificial. Estos avances podrían transformar la práctica médica, la protección animal y las regulaciones sobre tecnología consciente.
Uno de los hitos en este campo se remonta a 2005, cuando el neurocientífico Adrian Owen y su equipo pidieron a una paciente inconsciente que imaginara jugar al tenis. Su actividad cerebral, captada mediante resonancia magnética funcional (fMRI), mostró patrones similares a los de personas conscientes, lo que sugería que comprendía la instrucción a pesar de su estado físico.
Desde entonces, estos métodos se han replicado en cientos de casos clínicos. Un estudio de 2024 reveló que una de cada cuatro personas sin respuesta física mostró señales neuronales consistentes con órdenes verbales específicas. Aun así, los estudios mostraron sus límites. Según Nicholas Schiff, neurólogo de Weill Cornell Medicine, incluso en individuos sanos, "la divagación mental y la somnolencia son problemas importantes" para llevar a cabo las pruebas actuales.
Para superar estas limitaciones, el neurocientífico Marcello Massimini propone una aproximación por capas, desde la observación de comportamientos simples hasta la medición de respuestas cerebrales automáticas. Su equipo utiliza estimulación magnética transcraneal (TMS) combinada con electroencefalografía (EEG) para obtener un índice cuantitativo llamado índice de complejidad perturbacional, que permite evaluar la conciencia en pacientes sin movimiento ni respuesta verbal.
Estas herramientas, aunque todavía restringidas a entornos de investigación por su alto costo, han comenzado a incorporarse a las recomendaciones clínicas desde 2018. Algunas ya han sido probadas en ratas, fetos y pacientes en coma.
Fuera del ámbito humano, científicos han aplicado pruebas de sensibilidad en especies como pulpos, que mostraron respuestas de evitación ante estímulos dolorosos, lo que sugiere una forma de sintiencia. Estos resultados contribuyeron a la inclusión de invertebrados en la Ley de Bienestar Animal (Sentibilidad) del Reino Unido desde 2022, según el filósofo Jonathan Birch.
En el terreno de la tecnología, investigadores y filósofos como Tim Bayne y Liad Mudrik proponen protocolos para examinar si los sistemas de IA avanzada pueden llegar a ser conscientes. Aunque los modelos de lenguaje (LLM) pueden responder afirmativamente a preguntas sobre su estado mental, los científicos aclaran que esto no constituye evidencia, ya que replican patrones de entrenamiento humano.
La propuesta más ambiciosa es desarrollar un enfoque universal para detectar conciencia, aplicable a cualquier sistema. Este método, impulsado por Bayne y Nicholas Shea, se basa en la correlación de resultados entre distintas pruebas aplicadas a poblaciones humanas y no humanas. "Es un proceso iterativo", explicó Mudrik, aunque reconoció que aún falta mucho para convertirlo en un estándar práctico.
Mientras tanto, el debate científico persiste: algunos expertos, como Christof Koch, sostienen que sin una teoría general de la conciencia, no puede haber una prueba única y definitiva. Aun así, el desarrollo de estas tecnologías representa un avance relevante en el estudio de los correlatos neuronales de la conciencia y sus múltiples formas posibles de manifestación. (NotiPress)