De centros de seguridad a refugios del abandono: el fracaso de las casetas en Puebla

De centros de seguridad a refugios del abandono: el fracaso de las casetas en Puebla

Foto: Enfoque

En las esquinas de fraccionamientos, colonias y juntas auxiliares de la capital poblana se erigen como mudos testigos de una promesa de seguridad no cumplida: las casetas de vigilancia.

 

Estas pequeñas estructuras, alguna vez concebidas como puntos estratégicos para la prevención del delito, hoy lucen abandonadas, vandalizadas y, en muchos casos, convertidas en focos de insalubridad.

 

Su estado actual no solo refleja el paso del tiempo, sino también una profunda problemática social y de seguridad que afecta directamente a los habitantes.

 

Para junio de 2019, las autoridades municipales contaban con al menos ocho peticiones vecinales para la construcción de igual número de casetas de vigilancia en colonias como San Manuel, Prados Agua Azul, Rincón Arboledas, Geo Villas del Sur y Valle Dorado, entre otras.

 

Sin embargo, en ese entonces se argumentó, por parte de las autoridades, que no había recursos para ello. En 2023, ya se tenía reporte de al menos 25 módulos de seguridad en desuso.

 

El pasado miércoles, el titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de Puebla informó que son más de 40 los inmuebles que están abandonados o deteriorados y que se buscará, en breve, rehabilitarlos para reforzar la estrategia de seguridad.

 

¿Cuál era su función original?

 

La principal función de estas casetas era servir como centro de operaciones para la policía municipal o, en algunos casos, para vigilantes contratados por los propios vecinos.

 

Su ubicación estratégica en puntos de alto flujo o en las entradas de las colonias permitía un monitoreo constante, una respuesta rápida a emergencias y una presencia disuasoria para los delincuentes. La idea era generar una sensación de seguridad en la comunidad, creando un enlace directo entre los ciudadanos y las fuerzas del orden.

 

Pero el abandono de estas estructuras no es un fenómeno reciente, sino el resultado de una combinación de factores a lo largo de varias administraciones. En muchos casos, la falta de presupuesto para el mantenimiento, el pago de personal y la dotación de equipamiento básico (como radios, cámaras o incluso mobiliario) fue el “primer clavo en su ataúd”.

 

A esto se sumó, en ocasiones, la falta de coordinación entre los comités vecinales y las autoridades, lo que llevó a que, con el tiempo, el personal asignado a estas casetas fuera retirado para atender otras zonas.

 

La percepción de que estas casetas ya no eran eficientes, sumada a la delincuencia que, en muchas ocasiones, se apoderó de ellas, provocó que el esfuerzo por mantenerlas operando se diluyera.

 

Con el paso de los años, lo que antes era un puesto de vigilancia se convirtió en un espacio para el almacenamiento de basura, refugio de personas en situación de calle o, incluso, puntos de consumo de sustancias ilícitas.

 

Hoy en día, las casetas en desuso representan una problemática de seguridad por sí mismas. Su deterioro físico las convierte en un peligro latente para los transeúntes, pero el mayor riesgo se encuentra en el uso que se les da.

 

Los habitantes de las zonas aledañas a estas casetas reportan una sensación de inseguridad. Las estructuras abandonadas se convierten en puntos ciegos, escondites para delincuentes y, en lugar de disuadir, actúan como un punto de encuentro para actividades ilícitas.

Notas Relacionadas