Cuando la ira se dispara, la salud está en riesgo. ¿Cómo recuperar el control?

Cuando la ira se dispara, la salud está en riesgo. ¿Cómo recuperar el control?

Foto: Unsplash

Experimentar ira es una reacción común en la vida diaria, sin embargo, su recurrencia puede tener consecuencias importantes en la salud física y emocional. Un informe reciente señaló que los adultos experimentan ira aproximadamente 14 veces por semana y que el 30% de las personas reconoce dificultades para controlarla.

 

De acuerdo con Xiaolei Chen, médica de atención primaria del hospital Houston Methodist, "la ira es una emoción humana normal y existe en un espectro". La especialista explicó que cuando esta emoción afecta el comportamiento o la interacción cotidiana, se convierte en un problema que requiere atención médica.

 

La experta describió que la ira se manifiesta en tres dimensiones: fisiológica, cognitiva y conductual. Sobre la primera, indicó: "a corto plazo, libera catecolaminas... lo cual puede provocar taquicardia, respiración acelerada, sudoración, enrojecimiento de la piel, tensión muscular y puños apretados". En el aspecto cognitivo, precisó que las respuestas están influidas por factores sociales y culturales. En lo conductual, puntualizó: "sentir ira no significa que debamos responder con un arrebato verbal o físico".

 

Si la ira se repite con frecuencia, el cuerpo activa la liberación de cortisol, hormona del estrés vinculada a consecuencias duraderas. "El cortisol puede amplificar todos los efectos físicos que asociamos con la ira", explicó Chen. Además, un estado prolongado de estrés puede provocar reacciones desproporcionadas ante pequeños detonantes y afectar la salud cardiovascular, el sueño y el bienestar general.

 

Ante estos riesgos, la especialista recomienda estrategias inmediatas y de largo plazo. Entre las primeras se encuentran la respiración profunda, las técnicas de conexión a tierra y las pausas conscientes. Según Chen, estas herramientas ayudan a reducir la respuesta física intensa y a frenar reacciones impulsivas.

 

En cuanto a medidas sostenidas, la doctora subrayó la importancia de priorizar el descanso, la actividad física y la alimentación. Recomendó la terapia cognitivo-conductual y la práctica de meditación, por sus beneficios comprobados en la regulación emocional. La atención profesional cobra especial relevancia en casos donde la ira afecta la vida diaria o se relaciona con depresión, trauma o consumo de sustancias.

 

Detectar los signos tempranos de ira permite iniciar un proceso de control y reducir los efectos en la salud. "Sentir ira no significa que algo ande mal contigo. Lo importante es cómo comprendes esa ira y qué haces con ella", señaló Chen.

 

La evidencia médica muestra que la ira, aunque natural, puede convertirse en un factor de riesgo cuando se presenta de manera recurrente. Con técnicas prácticas y hábitos saludables, es posible reducir su impacto y recuperar el control en la vida cotidiana.

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