
La reciente Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) ha estado dominada comprensiblemente por la urgente necesidad de abordar los conflictos en Gaza y Ucrania.
Con una diplomacia intensa, la delegación mexicana, por ejemplo, ha elevado su voz para exigir un cese al fuego inmediato y la búsqueda de soluciones negociadas, una postura que refuerza el compromiso histórico del país con el multilateralismo.
Sin embargo, en el tapiz de la violencia global, surge una pregunta incómoda y fundamental: ¿la escala de las muertes registradas en estos países en guerra es comparable con la que la violencia criminal deja anualmente en México?
De serlo, ¿por qué la trágica realidad mexicana no logra la misma prominencia en la máxima tribuna mundial?
La fría comparación de las cifras
La comparación de víctimas revela una geografía de dolor con raíces distintas, pero números impactantes.
Zonas de Conflicto (Gaza y Ucrania): La naturaleza de la violencia es la guerra y el conflicto armado internacional. Las cifras de víctimas civiles son dramáticas. Los informes de la ONU indican que la Franja de Gaza concentró, en un periodo reciente, un porcentaje altísimo de las muertes de niños y mujeres en conflictos a nivel mundial.
Violencia Criminal (México): En México, la violencia se centra en el homicidio doloso, en gran parte alimentado por la delincuencia organizada y la impunidad. Las estadísticas oficiales muestran que el país ha registrado más de 30,000 homicidios en años recientes. Sólo en 2024, algunas estimaciones proyectaron más de 33,000 víctimas.
Si bien las causas son diametralmente opuestas (guerra interestatal versus crimen interno), la tasa anual de letalidad en México, generada por el crimen organizado, compite en magnitud con la de zonas oficialmente declaradas en conflicto.
La gran diferencia es que en Gaza y Ucrania la violencia es un conflicto armado internacional o con características de guerra; en México, es una crisis de seguridad pública profunda.
¿Por qué la ONU se centra en la guerra y no en la violencia criminal?
La disparidad en la atención que la ONU presta a estos temas radica en la estructura y el mandato del organismo:
Su mandato principal es el de la paz y seguridad internacionales. El Consejo de Seguridad de la ONU, el órgano con mayor poder de decisión en estos asuntos, fue creado principalmente para prevenir y gestionar conflictos entre Estados y amenazas a la paz y seguridad internacionales.
Los conflictos en Gaza y Ucrania implican a Estados y tienen ramificaciones geopolíticas (posible escalada, crisis de refugiados, amenaza nuclear, etcétera), por lo que caen directamente bajo la jurisdicción y preocupación prioritaria del Consejo.
También la soberanía nacional. La violencia criminal en México se clasifica, en gran medida, como un asunto interno de seguridad pública.
El principio de soberanía es un pilar de la Carta de la ONU, lo que hace que los Estados miembro sean extremadamente cautelosos al interferir o debatir en la Asamblea General sobre problemas internos de otros países, a menos que alcancen niveles de crisis que amenacen la paz regional o constituyan crímenes de lesa humanidad probados y sistemáticos.
Además, la ONU sí aborda la crisis mexicana, pero a través de órganos especializados, como el Consejo de Derechos Humanos o el Comité contra la Desaparición Forzada. Estos comités han emitido duras críticas y recomendaciones a México por la impunidad y las desapariciones.
Sin embargo, este trabajo técnico y de derechos humanos no tiene la misma visibilidad política ni la capacidad de acción inmediata del Consejo de Seguridad.
A modo de conclusión, mientras México se erige como actor diplomático global pidiendo la paz en el exterior, la cruda realidad de la violencia en el país sigue siendo un problema de escala bélica, pero clasificado como "doméstico" por la arquitectura internacional.
La dificultad no es que la ONU ignore el dolor mexicano, sino que por diseño sus focos de acción más poderosos están reservados para las crisis que rompen las fronteras entre naciones.